
Manuel Álvarez Bravo nació en un pueblo de México desvastado por la guerra civil. Siempre se interesó por el arte en general, en especial por la fotografía y poesía barroca gracias a su padre y finalmente por su ansiosa curiosidad. Le gustaba coleccionar todo tipo de cosas y era una persona bondadosa, nunca se quejaba y creía que la belleza y el amor existían en un mundo sepultado y que lo encontraríamos conforme nuestras experiencias.
Sus fotografías están vinculadas con su pasado desolado y terminan por tener una anécdota, son famosas por el modo improvisado y el tono grisáceo; nunca le gustó los excesos, es por eso que sus fotografías nunca están sobrecargadas y reflejan muchas cosas a la vez por el hecho de ser simplemente sencillas. Tuvo como modelo a la reconocida Frida Kahlo aunque no olvidemos que parte de su arte era la vida rutinaria.
Por otra parte en los años de los cuarenta demostró su aptitud en el cine (La vida cotidiana de los perros, ¿Cuánta será la oscuridad) y durante esa trayectoria recibió premios, experiencias, tragedias, etcétera que terminó por ser una persona más madura y ocurrió una metamorfosis inesperada.
Su arte sigue siendo reconocido aún después de su muerte del 19 de septiembre del 2002 a la edad de cien años y nos inspira como personas a seguir con nuestras metas/propósitos en alto.
¿Quién no es mejor que él para tener un rato con un deleite subliminal? Hay arte por doquier y él lo sabía muy bien; de eso no hay duda.
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